Charles Colson (1931-2012), asesor del presidente Nixon, estuvo involucrado en el asunto Watergate y fue encarcelado durante varios meses. Allí aceptó a Jesús como su Salvador. Desde que fue liberado, se dedicó a evangelizar en las cárceles estadounidenses.
A su grupo de «amigos de la prisión» a menudo se unían visitantes voluntarios para compartir el Evangelio con los presos. Después de una de esas visitas, cuando llegó la hora de partir, Colson notó que uno de los voluntarios, el juez Clement, no había seguido al grupo. Enojado, regresó y lo encontró en la celda del recluso James Brewer.
–Un momento, dijo el visitante a Colson. Esto es importante. Sabes, yo condené a James a la pena máxima, pero ahora es mi hermano y necesitamos un minuto para orar juntos.
«Quedé petrificado en el umbral de la celda, dijo Colson. Ante mí había dos hombres: uno tenía poder, el otro estaba sin defensa; el primero había condenado al segundo.
En cualquier otro lugar que no fuera el reino de Dios, este prisionero habría estado dispuesto a arrojarse sobre quien lo había enviado a esta celda. Pero allí estaban en armonía, y sus rostros reflejaban una extraordinaria expresión de felicidad mientras oraban juntos.
Al salir de la cárcel, el juez Clement se mostró muy emocionado y me explicó que había orado por Brewer todos los días, desde que lo había condenado, cuatro años antes».
Deuteronomio 34 – Hebreos 3 – Salmo 120 – Proverbios 27:11-12