La Buena Semilla: Domingo 10 Noviembre
Domingo
10
Noviembre
Respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
Mateo 11:25-26
Respeto e intimidad

En esta oración Jesús se dirige a Dios, a quien llama “Padre”. Jesús es el Hijo de Dios, tiene una relación íntima con su Padre. Sin embargo, en la condición de hombre que tomó voluntariamente, se dirige a él con profundo respeto. Dice: “Padre, Señor del cielo y de la tierra”.

Como cristianos, nos hemos convertido en hijos amados de Dios, por la fe en Jesús (Juan 1:12). Tenemos la libertad de dirigirnos a él utilizando este término de intimidad: “Abba, Padre” (Romanos 8:15). Tenemos “entrada” al Padre (Efesios 2:18), y podemos expresarle nuestras oraciones libremente, como hijos hablando a su padre.

Sin embargo, esto no nos autoriza a olvidar a quién nos dirigimos. Si el mismo Hijo de Dios, cuando vivía como hombre en la tierra, se dirigía a Dios con tanta reverencia, nosotros que somos criaturas, ¿no deberíamos, con mayor razón, tener esta actitud?

Somos hijos de Dios, pero sería inapropiado dirigirnos a él como a un amigo, con familiaridad. Dios está en el cielo, y nosotros en la tierra (Eclesiastés 5:2).

El respeto no quita nada a la sencillez y a la dulzura de la relación. Dando a nuestro Dios el honor que le corresponde, no perdemos nada de esta dulzura. Al contrario, esto nos hace apreciar aún más el inmenso honor de ser admitidos en la intimidad del Dios Altísimo, “Señor del cielo y de la tierra”.

“No habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).

Deuteronomio 33 – Hebreos 2 – Salmo 119:169-176 – Proverbios 27:9-10