Una buena parte de nuestro tiempo la pasamos esperando. Incluso podríamos decir que el hombre espera todo el tiempo de su vida, porque desde su nacimiento, aunque no siempre piense en ello, va hacia el ineludible final de esta vida: la muerte. El poeta Alcuin escribió: «La vida es la espera de la muerte». El cristiano también sabe que su vida terrenal llegará a su fin; pero, a diferencia del incrédulo, posee la vida eterna que Jesucristo le ha dado. ¡Esto es una certeza para él!
La muerte no pone fin a la existencia del hombre, pues para Dios “todos viven” (Lucas 20:38). “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). Pero la Biblia también declara: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Y podemos preguntar: ¿Qué es la vida eterna? No es solo vivir para siempre. Jesús mismo respondió: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). El que por la fe conoce a Dios en Jesús tiene la certeza de que, después de la muerte, disfrutará de una vida en el paraíso, que escapará al juicio (Juan 5:24). Esto le da una feliz y apacible expectativa: estar eternamente con Jesús, su Salvador. El apóstol Pablo dijo: “Deseo… partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23).
Como he sido redimido por Cristo, lo espero tranquilamente, confiado “en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:2).
Jeremías 25 – Lucas 24:36-53 – Salmo 98:1-3 – Proverbios 21:29-30