Satanás no abandona sus planes tan fácilmente, no lo hizo entonces y no lo hará ahora. Cuando la obra de reconstrucción estaba casi lista, los enemigos redoblaron sus esfuerzos para distraer a Nehemías. Le ofrecieron en cinco ocasiones reunirse con él; la última vez lo hicieron mediante una carta abierta y calumniosa. Pero se encontraron una y otra vez con la negativa de Nehemías. “Yo hago una gran obra” fue la respuesta, ¡no se iba a dejar distraer! También intentan asustarlo en el templo, contratando profetas y una profetisa para convencerlo de que desobedezca a Dios. Nehemías percibió sus tácticas y se negó a abandonar su posición. Confió plenamente en Dios y terminó de construir el muro. Todo el que oiga acerca de la rapidez de esta obra debe reconocer que Dios participó en ella.
¿Cómo ponderamos una tarea que Dios nos confía? ¿La vemos como una gran obra, no porque seamos nosotros los que la realicemos, sino porque nos la ha confiado nuestro gran Dios? Independientemente de lo que los hombres piensen de esta obra, si Dios nos la ha confiado, es una gran obra, y debemos llevarla a cabo con fidelidad. Si Dios nos ha confiado algo, ¡no nos distraigamos!
Una vez terminado el muro y puestas las puertas, Nehemías tomó la responsabilidad de administrar adecuadamente la ciudad. Le encomendó esta tarea a hombres que sabía que eran fieles, y les da instrucciones precisas sobre las puertas: les dice cuándo deben abrirse y cerrarse con sus barras. Terminar la edificación del muro era muy importante, pero luego había que utilizar las puertas adecuadamente para que el muro protegiera la ciudad con eficacia. Todo debía hacerse ordenadamente. La separación del mundo nos da a los cristianos la seguridad necesaria.