El apóstol Pablo consideraba que todas sus ventajas terrenales no eran nada en comparación con Cristo. Un punto clave se encuentra en la afirmación: “Fui también asido por Cristo Jesús”. Esta palabra tiene un significado muy fuerte; encontramos la misma expresión en otro contexto: cuando Jesús se encontró con un muchacho poseído por un demonio, el cual lo tomaba y lo sacudía (Mr. 9:18). Solemos decir que la policía apresa a los delincuentes, quienes no pueden hacer lo que quieren porque están bajo el control policial.
En un sentido positivo, Pablo sabía que había sido asido por Jesucristo, quien, por así decirlo, lo había abatido- como vemos literalmente en Hechos 9:4. Pero hay otra expresión que precede a esta en el versículo: “Por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Cristo tenía un propósito divino por el cual lo asió (o aprehendió), y esto le daba un carácter celestial a la forma en la que Pablo percibía todo su ministerio. También estaba decidido a aprehender lo que Dios tenía en mente para él: la dignidad y la gloria del llamamiento celestial de Dios. Del mismo modo, los creyentes no nos pertenecemos a nosotros mismos (1 Co. 6:19), y cuanto más comprendamos que Cristo Jesús se ha asido de nosotros, mayor será la medida de nuestra apreciación a ese llamamiento.
El vigor del deseo de Pablo puede parecernos casi alarmante. Cuando dice “prosigo a la meta”, Pablo utiliza una expresión similar a la que utiliza en el versículo 6 de este capítulo: “En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia”. Cuando persiguió a aquellos primeros discípulos, gastó toda su energía en amenazas y asesinatos (Hch. 9:1). Pero ahora estaba totalmente comprometido en buscar el propósito que Jesucristo le había dado. Una clara percepción de Aquel que nos ha mostrado nuestro propósito nos dará también la vitalidad espiritual para responder a su llamamiento.