Estas expresiones surgirán de los corazones del remanente de Israel después de pasar por la angustia de la gran tribulación. Se sentirán indignos de la gracia que Dios había desplegado por ellos, pues verán la grandeza de sus pecados como nunca antes; esto será especialmente así cuando su Mesías aparezca con poder y gran gloria, y descubran que es el mismo Jesús que crucificaron. Entonces se darán cuenta que este es su gran Dios, y responderán con asombro y humildad: “¿Qué Dios como tú?”.
Muchos han insistido en que Israel, al haber rechazado a su Mesías, nunca más podrá ser restaurado. Ciertamente, Israel se sentirá indigno de cualquier restauración, pero ¿qué creyente de entre los gentiles podría decir que es más digno de la gracia de Dios que los judíos? ¿Acaso no dijo el Señor Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”? Dios es tan grande que puede perdonar la iniquidad. La iniquidad no es simplemente pecado, sino el pecado cometido con determinación y obstinación, a sabiendas de que es malo. Israel ha sido culpable de esto durante siglos. ¿Pueden los gentiles decir que son mejores?
Dios también pasa por alto la transgresión: la desobediencia a leyes claramente establecidas. Israel había transgredido la ley de Dios inexcusablemente, y nosotros no somos mejores. Pero el Señor no toma en cuenta el pecado, lo perdona porque en la cruz “él fue herido por nuestras transgresiones” (Is. 53:5 NBLA). Es por eso que todo creyente puede decir: “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (v. 6).
¡Qué maravillosa es la gracia que llevó a Jesús a sufrir y morir para poder perdonar libremente al remanente de Israel, y a cada creyente en la actualidad! “¿Qué Dios como tú?”