Desobedecemos al Señor cuando no disciplinamos a nuestros hijos, como vemos en el caso de Elí y sus hijos. Pero tengamos en cuenta que, para educar a nuestros hijos con la disciplina del Señor, debemos incluir el castigo. La educación incluye la formación, el aprendizaje, la instrucción y la corrección; cada una de ellas es muy importante para el niño y deben ser adaptadas al carácter de los niños. Pero hay otra palabra. Debemos educarlos con la “disciplina y amonestación del Señor”. La palabra “amonestación” significa literalmente “refrescar la memoria”. Tal vez la mayoría de los niños son olvidadizos, y parte de su formación es refrescar su memoria o recordarles lo enseñado. Qué paciencia se necesita para esto. Tal vez la palabra “amonestación” también incluye la enseñanza, la exhortación y la advertencia, pero ciertamente no la amenaza. Todas estas cosas debemos practicarlas, pero todo debe ser “del Señor”. Y recordemos que nunca debemos irritarlos.
Tenemos otra pequeña palabra para los padres en Colosenses 3:21. Es solo una línea en mi Testamento griego, pero ¡cuánto se encuentra en esa línea! “Padres, no irritéis a vuestros hijos, para que no se desanimen” (VM2020). La palabra “irritar” (o “provocar”) se encuentra también en 2 Corintios 9:2, y en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Dios, nuestro Padre, es el Dios de todo estímulo, y no debemos hacer nada que desaliente o desanime a nuestros hijos. Nuestro carácter hacia ellos ha de ser el mismo que el de nuestro Padre hacia nosotros: de ánimo. Que el propio Señor nos enseñe a hacerlo según su voluntad, a imitarle (literalmente: mimetizar) (véase Ef. 5:1).
Algunos de nosotros, a los que se nos ha pasado la oportunidad de atender a estas amonestaciones, recordamos con amargo pesar las veces que no les hemos prestado atención.
Que los seres queridos para los que se redactaron estas líneas perdonen estos fracasos hacia ellos, y que nunca tengan tales remordimientos, cuando crezcan.