El Señor está cerca: Miércoles 30 Octubre
Miércoles
30
Octubre
Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
Marcos 12:27
Los saduceos y la resurrección

Los saduceos se acercaron al Señor con la intención de desacreditarlo, pero la ignorancia de ellos quedó al descubierto. Los saduceos eran materialistas: representan la incredulidad de la carne. W. Kelly dijo: “La fuerza de la incredulidad consiste en crear dificultades planteando casos imaginarios que no tienen nada que ver con la realidad, e introduciendo el razonamiento humano en las cosas de Dios”. Así que, en esta ocasión, estos hombres malvados buscaron ridiculizar la verdad con el objetivo de oponerse a ella. Presentan un caso imaginario que, en su opinión, demuestra lo absurdo de la resurrección. Si las Escrituras hubieran dicho que habría matrimonios en la resurrección, la situación que ellos habían imaginado podría haber sido ciertamente difícil. Y si Dios no tuviera poder, la resurrección misma sería imposible.

No hay ni una sola línea en las Escrituras que diga que las relaciones terrenales permanecerán en el cielo. No resucitaremos como esposos, padres e hijos, amos y siervos, sino que, en este aspecto, seremos como los ángeles. No seremos ángeles, como las personas imaginan equivocadamente, sino que seremos similares a ellos en que ya no estaremos sujetos a las relaciones terrenales. El creyente gozará de los privilegios y vínculos celestiales, infinitamente más elevados que los privilegios de los ángeles y los vínculos temporales de este tiempo.

En cuanto a la resurrección, el Señor les muestra una vez más su ignorancia de las Escrituras. Ellos habían citado a Moisés para tratar de probar que la enseñanza del Señor estaba en oposición a la de Moisés; así que el Señor se volvió a Moisés para demostrarles su ignorancia. Dios había dicho: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (v. 26; Éx. 3:6). Cuando Dios dijo esto (en la zarza ardiente), Abraham, Isaac y Jacob ya habían muerto hacía mucho tiempo, pero Dios todavía habla de sí mismo como su Dios: él no es Dios de muertos, sino de vivos. Aunque habían muerto en esta tierra, todavía vivían y resucitarían. Por eso el Señor pudo decirles a los incrédulos de entonces, así como a los de hoy: “Vosotros mucho erráis”.

Hamilton Smith