Gedeón “preparó un cabrito, y panes sin levadura de un efa de harina” (v. 19). Estos alimentos los presentó a su visitante celestial, quien los tocó con el báculo que tenía en su mano y, en ese momento, “subió fuego de la peña, el cual consumió la carne y los panes sin levadura” (v. 21). Después de esto el Ángel de Jehová desapareció de su vista. Gedeón descubrió que el visitante celestial era el Ángel de Jehová y se llenó de temor. “Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás” (vv. 23-24). En respuesta a este encuentro, Gedeón edificó un altar a Jehová y lo llamó Jehová-shalom, que significa “Jehová es paz”.
Podemos trasladar esto al Nuevo Testamento y agradecerle a Dios por la paz de Dios, “que sobrepasa todo entendimiento”, la cual guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:7). Cuando nuestras mentes se centran en todo lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre, podemos confiar en que el Dios de paz estará con nosotros (Fil. 4:8).