Es muy importante confesar nuestras ofensas unos a otros y orar los unos por los otros. Es interesante notar que el versículo que habla de la “oración eficaz del justo” se encuentra en el contexto de la confesión mutua de las ofensas. Para ser justos, debemos tener una buena conciencia delante de Dios y de nuestros hermanos; debemos admitir nuestras faltas ante ellos y estar en buenos términos si queremos que nuestras oraciones sean efectivas. A menudo oramos por nuestro hermano pensando que él lo necesita, sin entender verdaderamente nuestra propia condición. Confesar nuestras ofensas y orar unos por otros trae sanidad: no se trata tanto de que “él” sea sanado, sino que “yo” lo sea.
Vemos esta verdad reflejada en la historia de Job. Cuando Dios hizo su obra en Job y este admitió su error delante de él, entonces Dios reprendió a los tres amigos de Job haber obrado mal hacia él. Luego sucedió algo muy importante. Los tres hombres tuvieron que llevar siete becerros y siete carneros a Job y ofrecerlos a Dios, y Job oró por ellos. Cuando esto ocurrió, mediante la confesión y la oración, hubo sanidad. Jehová compensó las pérdidas de Job cuando él oró por sus amigos.
Podemos pensar en nuestro corazón: «Si mi hermano tiene algo en contra de mí, entonces que venga a mí y me lo diga». Sin embargo, en Mateo 5:23-24 se nos dice que si llevamos nuestra ofrenda al altar y recordamos que nuestro hermano tiene algo en contra nuestro, debemos dejar allí la ofrenda y primero reconciliarnos con nuestro hermano, y luego presentar nuestra ofrenda. Esto no solo se aplica si mi hermano tiene algo en mi contra, sino también si yo tengo algo en su contra. Podemos comprender cuán hipócrita es participar de la Cena del Señor (que es una demostración de unidad) con alguien con quien estamos en conflicto. Esto nunca tendrá la aprobación del Señor.