En este capítulo de Éxodo se describen las vestiduras que Aaron y sus hijos usaban para su servicio sacerdotal en el santuario. Estas vestiduras reflejan la gloria y la belleza del Señor Jesús en su actual ministerio como nuestro gran Sumo Sacerdote.
El efod, una prenda similar a un chaleco que cubría la parte superior del cuerpo, estaba confeccionada con hilos de oro, azul, púrpura y escarlata, junto con lino fino tejido. Estaba cuidadosamente entrelazado para representar a Cristo en su servicio sacerdotal, actuando como representante de su pueblo redimido ante Dios. El oro simboliza su justicia divina, el lino fino representa su pureza moral, el azul hace referencia a su origen celestial y el púrpura y el escarlata hablan de él como el verdadero Rey y, a la vez, como el Siervo de Jehová. Su humanidad fue realmente única.
El efod tenía 2 hombreras sobre las que había 2 piedras de ónice, una en cada hombro, con engastes de oro. En estas piedras estaban grabados los 12 nombres de los hijos de Israel conforme al orden de nacimiento de ellos, 6 en una piedra y 6 en la otra. Ante los ojos de Dios, todos los redimidos tienen igual valor. Aunque algunos puedan sobresalir en su servicio o ser admirados por sus dones, Dios no hace distinciones entre ellos. Cada hijo redimido de Dios se encuentra sobre el mismo fundamento, siendo aceptado en la Persona y obra de nuestro gran Sumo Sacerdote, el Señor Jesús.
Cada vez que Aaron entraba en el santuario para ministrar ante Jehová, llevaba puesto el efod y llevaba consigo los nombres de los hijos de Israel sobre sus hombros como un recordatorio ante Jehová. De manera similar, en la actualidad, todos los creyentes son colocados y sostenidos sobre los poderosos hombros del Señor Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, quien “se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”, como “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (He. 8:1-2).