El Evangelio según Mateo se enfoca en Jesús como el Rey y está relacionado con el reino de Dios. Este Evangelio nos presenta dos caras de una misma moneda. Por un lado, se destaca el lado del Rey, los derechos de Dios y la obra del Espíritu Santo, mientras que, por el otro, resalta la responsabilidad del ser humano, tanto de Israel como de los discípulos.
Aunque no se menciona explícitamente en el pasaje de hoy, podemos inferir la presencia del Espíritu Santo a través de la forma verbal pasiva (“congregados”), ya que él guía a los discípulos dispuestos a congregarse en el nombre de Cristo. Al obedecer, honramos al Rey, nuestro Señor Jesús, y nos sometemos a sus derechos mientras él está ausente públicamente en esta escena terrenal.
Mateo 18 describe nuestra responsabilidad en varios puntos importantes. Los versículos 1 al 5 resaltan la necesidad de humildad y dependencia, utilizando la imagen de un “niño” como ejemplo de la actitud del Señor Jesús. El Señor explica la necesidad de juzgarse a uno mismo de manera radical para así evitar causar daño a otros o convertirnos en tropiezo para los creyentes (vv. 6-10). Como discípulos, representamos al Rey y él nos llama a brindar el cuidado adecuado (vv. 11-14). Cristo concluye con una poderosa enseñanza sobre el perdón, destacando su importancia en nuestras relaciones con los creyentes y con las demás personas. En medio de estas instrucciones para ser buenos discípulos, encontramos la referencia a congregarnos en torno a nuestro Señor. Si bien el Espíritu Santo es esencial en este proceso, también debemos cumplir nuestra parte al poner en práctica las instrucciones del Rey y honrarlo en nuestra conducta. Cuando tratamos de justificarnos o criticar a otros, incluso llegando a menospreciarlos, deshonramos al Rey, nuestro amado Señor. ¿Deseamos avergonzarlo u honrarlo verdaderamente?