En Romanos 4, se nos dice que Abraham fue justificado por su fe, lo cual puede resultar confuso cuando Santiago afirma que Abraham fue justificado por sus obras. ¿Cómo pueden ambas afirmaciones ser ciertas? La clave para entender esta aparente contradicción se encuentra en comprender el contexto y el propósito de cada enseñanza. En Romanos 4:2, leemos: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios”. Entonces, si Abraham no puede gloriarse ante Dios, ¿ante quién puede hacerlo? Puede hacerlo ante los hombres. La Epístola a los Romanos trata acerca de la justificación ante Dios, mientras que la Epístola de Santiago habla de la justificación ante los hombres.
Dios había considerado la fe de Abraham como justicia incluso antes de que Abraham ofreciera a Isaac. Lo leemos en Génesis 15:6: “[Abraham] creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Más adelante, en Génesis 22, se relata la historia del sacrificio de Isaac. Esto sirvió para demostrar que Abraham tenía una fe inquebrantable en Dios. La acción de Abraham al ofrecer a Isaac lo justificó ante los hombres como alguien que realmente tenía fe en Dios.
Santiago 2:18 nos dice: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Esta es la característica distintiva de la Epístola de Santiago: “Muéstrame tu fe” y yo te mostraré la mía a través de mis obras.
Dios sabe, más allá de nuestras obras, si tenemos fe o no. La fe es el vínculo vital en nuestra relación con Dios, pero la fe no es algo inactivo o improductivo. Al contrario, su verdadera naturaleza es producir buenas obras para honrar a Aquel que es nuestro Salvador.