Justo en el momento más crítico, cuando Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo siguiendo la orden de Dios, Isaac fue salvado. “Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá [Jehová-jireh]. Por tanto, se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto”. Esta escena tuvo lugar en el monte Moriah. Con el paso de los siglos, vemos cómo Jesús, el Jehová del Antiguo Testamento, murió en la vergonzosa cruz en Jerusalén. Jerusalén era la ciudad donde estaba el templo, el cual estaba edificado justamente en el monte Moriah, cumpliendo así la profecía pronunciada por Abraham.
Anteriormente en el capítulo leemos que Isaac hizo una pregunta, que debió retorcer el corazón de su padre con la más profunda angustia. Estaba la leña y el fuego, pero ¿dónde estaba el cordero para el holocausto? La respuesta profética de Abraham fue que Dios mismo proporcionaría un cordero para el holocausto. Esto se vio cuando Juan el Bautista exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Así se ve cómo la palabra jireh, añadida a la palabra Jehová, nos presenta lo que está en la mente de Dios para la bendición del pobre hombre caído, incluso toda la historia de cómo un Dios hacedor de pactos pondría en práctica su acercamiento a los hombres a costa de la muerte de su Hijo unigénito. Nunca se nos permitirá olvidar esto.