Casi al final de su vida, el anciano apóstol Juan escribió estas dos breves Cartas personales. Agradecemos a Dios por preservarlas en su santa Palabra, para que podamos recibir instrucción y aliento. Estas Cartas nos muestran lo que era valioso para Juan y lo que es vital para Dios también.
La palabra “verdad” es fundamental en ambas Epístolas. Aparece cinco veces en la Segunda y seis veces en la Tercera, además de mencionarse también la palabra “verdadero”. En 2 Juan, se asocia con nuestro amor mutuo, nuestra bendición, nuestra forma de vivir y, lo más importante, la doctrina de Cristo. La verdad en cuanto a la doctrina de Cristo es tan crucial que se le dice a la señora escogida y a sus hijos, a quienes Juan les escribe, que no reciban en su hogar a aquellos que no traigan esta doctrina y que ni siquiera los saluden. En 3 Juan, Gayo, el destinatario de la carta, es elogiado por caminar en la verdad, lo que lo llevó a recibir y ayudar a aquellos que eran rechazados por el egoísta y dictatorial Diótrefes, quien además quería que el resto de hermanos tampoco los recibieran.
A medida que envejecemos, valoramos cada vez más ver a nuestros hijos caminando en la verdad. Esto va más allá de simplemente conocer la verdad. Dios espera que su pueblo rechace firmemente todo lo que sea inconsistente con la verdad y también a aquellos que no aportan positivamente a su proclamación. Desvalorizar la doctrina o adoptar una postura neutral hacia la doctrina de Cristo es inaceptable para Dios. ¡Qué alegría para nuestros corazones ver a nuestros hijos caminando felizmente con aquellos que aman y sirven a nuestro Señor Jesús!