La imagen de la ira de un cordero nos parece inmediatamente algo sorprendente. Un cordero es una criatura amable, inocente a todas luces. ¿Quién le tendría miedo a un cordero? Pero, como ya hemos señalado anteriormente, este Cordero tiene cuernos, y es poderoso y justo. Es un juez justo. Su ira caerá sobre los que harán la guerra a su pueblo, contra los que adoren a la bestia. Los que no se arrepientan de su pecado (Ap. 9:20-21), ni glorifiquen a Dios (Ap. 16:9), ni sigan al Cordero (Ap. 14:4), sufrirán la ira de este Cordero poderoso y triunfante. Es la “ira del Cordero” (Ap. 6:16) la que se derramará sobre los habitantes rebeldes de la tierra. La ira de Dios es la ira del Cordero: “Con justicia juzga y pelea… y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso” (Ap. 19:11, 15). Esta ira se derramará sobre los que adoran a la bestia (Ap. 14:9-11).
El Cordero peleará contra la bestia. Esto se describe claramente en Apocalipsis 17:14. Mientras los reyes de la tierra se unirán a la bestia para hacer la guerra contra el Cordero, el Cordero los vencerá porque él es “Rey de reyes y Señor de señores” (un título divino que solo le pertenece a Dios), y con él estarán sus seguidores, los “llamados y elegidos y fieles” (Ap. 17:13-14). La victoria del Cordero es segura porque él es el Todopoderoso y obtendrá la victoria para su pueblo.
El Cordero de Dios no es solo una víctima para el sacrificio, sino un Rey que gobernará victorioso. Regirá con vara de hierro para castigar la maldad de las naciones y rescatar a su pueblo (Ap. 2:26-27; 19:15). Él es el Cordero guerrero que dirigirá a las huestes celestiales en la batalla contra el mal. Su victoria será definitiva.