Cuando Bernabé y Pablo emprendieron su primer viaje misionero, ellos llevaron consigo a Marcos, un joven hermano. Sin embargo, el joven Marcos abandonó inesperadamente a los apóstoles y regresó a su casa tan solo al comienzo de su viaje. Quizás su deseo de servir al Señor era muy sincero, pero la sinceridad por sí sola no nos equipa para las dificultades de la vida misionera. Viajar con el apóstol Pablo implicaba estar expuesto a muchas situaciones peligrosas. Incluso puede que la nostalgia o la lejanía de su familia hayan influido en Marcos para desertar de la misión.
Cuando llegó el momento de comenzar su segundo viaje misionero, Bernabé propuso llevar nuevamente a Marcos. Sin embargo, esta propuesta produjo, desgraciadamente, un conflicto entre estos dos siervos de Dios. Mientras que Bernabé estaba dispuesto a darle una nueva oportunidad a su joven sobrino, Pablo no quería arriesgarse a llevar consigo a alguien que podría huir ante las dificultades, por lo que se negó a que Marcos los acompañara en esta nueva misión. Este desacuerdo fue tan grande que Pablo y Bernabé decidieron separarse y no viajar juntos.
A menudo, una prueba profunda saca a relucir nuestra verdadera condición espiritual y nuestras debilidades de carácter. Las pruebas no producen un estado de ánimo en particular, sino que lo manifiesta, como en el caso de estos dos siervos de Dios.
Seguramente esta crisis afectó grandemente a Marcos, pues, después de todo, ¡él fue el causante de esta separación! ¡Qué consternación y pesar debió causarle todo esto! Sin embargo, tal vez dio pie al gran punto de inflexión en su vida, produciendo justo lo que necesitaba.