En la Biblia encontramos frecuentemente a personas rasgando sus vestiduras. Mencionaremos algunas de ellas:
Jacob -“Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días” (Gn. 37:34). Josué y Caleb -“Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos” (Nm. 14:6). Esdras -“A la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios” (Esd. 9:5).
La acción de rasgarse las vestiduras era una señal de luto y humillación. En la vida de un creyente también hay un “tiempo de rasgar” (NBLA), ocasiones en las que tenemos que lamentarnos y humillarnos ante el Señor. El motivo puede ser una caída personal o la impresión causada por la baja condición espiritual del testimonio cristiano en estos últimos tiempos.
Pero también hay un “tiempo de coser”, momentos para sanar lo que se ha roto o para animar a los que están abatidos. Cuando el Señor llamó a sus primeros discípulos, algunos de ellos estaban echando sus redes en el mar (Mr. 1:16), un trabajo laborioso que nos hace pensar en el servicio de la evangelización. Un poco más adelante, el Señor encontró a unos que estaban “remendando las redes” (Mr. 1:19), un trabajo que requiere habilidad, quizás comparable al trabajo de un pastor. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Pr. 12:18). Con qué facilidad puedo decir palabras imprudentes a la ligera, las cuales terminan lastimando a un hermano o hermana en la fe. Puede que no me dé cuenta de lo que he hecho, pero, gracias al Señor, él tiene entre los suyos a personas capaces de traer palabras de sanación. Oremos por que haya más creyentes como estos, sabios cuya lengua es medicina, y que son muy útiles cuando es “tiempo de coser”.