Timoteo había sido criado en un entorno piadoso por su madre y su abuela (2 Ti. 1:5). Así fue como se familiarizó con las Escrituras del Antiguo Testamento durante su infancia (2 Ti. 3:14-15). Pero el conocimiento bíblico por sí solo no puede salvarnos, así que fue a través del ministerio del apóstol Pablo que Timoteo llegó a la fe salvadora en Cristo (Hch. 16:1). Este hecho se confirma cuando consideramos que Pablo lo llama “verdadero hijo en la fe” (1 Ti. 1:2).
Timoteo se convirtió en discípulo del Señor y también en colaborador de Pablo en el servicio cristiano. Es por este motivo que Pablo se interesaba mucho en el bienestar espiritual del joven discípulo. A veces poseemos puntos ciegos que no nos permiten ver nuestros defectos naturales y debilidades de carácter. Podemos dar gracias a Dios cuando tenemos consejeros piadosos, quienes no solo se dan cuenta de nuestras tendencias, sino que nos las señalan con gracia y nos ofrecen soluciones espirituales. Timoteo era tímido por naturaleza, y a veces esta timidez se convertía en cobardía. El apóstol Pablo se dio cuenta de esta tendencia en su querido hijo en la fe.
Pablo estaba encarcelado como prisionero de César, y pronto iba a ser ejecutado. En tales circunstancias, le escribió a Timoteo, diciéndole: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo” (2 Ti. 1:8). Eran tiempos en los que asociarse con el apóstol era algo peligroso, y muchos cristianos lo estaban abandonando. Pablo también le recuerda a Timoteo el don que Dios le había dado (v. 6), y le dijo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía”. Permanecer en el conocimiento del amor de Dios en Cristo nos da la victoria sobre el temor: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Jn. 4:18). ¿Está usted también lleno de miedos y temores? Entonces refúgiese bajo las alas del amor de Dios, porque “él nos amó primero” (1 Jn. 4:19).