La imagen del Cordero como guerrero es sorprendente, al igual que la del Cordero como pastor que conduce a su pueblo al descanso y la paz (1 P. 2:25; He. 13:20). Esta imagen del Cordero la encontramos en Apocalipsis 7, donde Juan ve a “una gran multitud, la cual nadie podía contar… delante del trono” (v. 9). Ellos alabarán a Dios y al Cordero, y vestirán túnicas que han sido emblanquecidas por la sangre del Cordero. El Cordero estará en el centro del trono y será su Pastor. Como resultado, nunca más tendrán hambre o sed. En cambio, servirán a Dios día y noche en su templo, porque Dios extenderá su tienda sobre ellos y habitará con ellos como con su propio pueblo.
Es muy posible que las imágenes de Apocalipsis 7:17 estén sacadas del Salmo 23 y Ezequiel 34:23. El Cordero es Aquel que guiará a su pueblo a través del desierto hacia tiempos de refrigerio mediante aguas vivas. Los sedientos pueden responder a la invitación del Cordero, quien les proporcionará el agua viva (Ap. 22:17) que brota del trono de Dios y del Cordero (Ap. 22:1).
En aquellos días, los seguidores del Cordero seguirán su testimonio por Dios, su martirio y su paciencia. Esta imagen se retrata vívidamente en Apocalipsis 14:3-5. Ellos serán puros, castos, irreprochables y se ofrecerán como “primicias para Dios y para el Cordero”. Los creyentes de aquellos días serán elegidos y llamados a la misma paciente perseverancia que caracterizó al propio Cordero (Ap. 12:17; 13:10; 17:14). Sus nombres están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo (Ap. 13:8). Cristo es un Pastor para todo su pueblo en toda época. Nosotros también debemos seguirlo hasta dar el mismo testimonio que él dio. Su victoria debe ser nuestra victoria.