El Señor está cerca: Sábado 20 Julio
Sábado
20
Julio
Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se asombraron.
Marcos 10:32
El asombro en el Evangelio según Marcos (4)

Marcos utiliza siete veces un término griego que se traduce como asombro. Lo hizo con más frecuencia en la parte final de su Evangelio, al escribir acerca de los sufrimientos, la muerte y la resurrección del Señor. En Jerusalén, muchos profetas fieles habían sido asesinados; ahora había llegado el turno de Jesús. Los discípulos oyeron al Señor hablar de sus sufrimientos venideros, mientras él iba delante de ellos, pues seguía siendo su Conductor. Sin embargo, estaban asombrados, llenos de asombro emocional, y “le seguían con miedo”. Marcos continúa: “Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer” (v. 32b). Como un verdadero profeta, el Señor les habló de sus sufrimientos de forma detallada (vv. 32-34).

Sin embargo, dos de los discípulos estaban pensando en su propia posición en el reino venidero (vv. 36-37). El Señor les mostró, y también al resto de los discípulos, que todos debían aprender a ser verdaderos siervos. Debían aprender a ver verdaderamente, como se ilustra en la curación de Bartimeo el ciego. Él creyó, fue sanado (v. 46), y luego lo siguió en el camino (v. 52). Lo que los discípulos tenían que aprender era que el Señor Jesús debe tener preeminencia (Col. 1:18) -esto lo vemos figurado en Bartimeo.

También nosotros debemos aprender a darle a nuestro Señor el lugar que le corresponde, dispuestos a seguirlo, sin importar qué, dónde y cómo. ¡Oh, qué lección! Debemos decir que no tenemos esa disposición ni capacidad en nosotros mismos, sino que todo proviene de Cristo. Sin embargo, necesitamos estar dispuestos, como lo estaba el pobre Bartimeo, y como lo estuvo Saulo de Tarso, cuando dejó de confiar en sí mismo (Fil. 3:7-17). Entonces Saulo, que es Pablo, también se convirtió en un verdadero seguidor. Aunque asombrados y temerosos, tenemos el privilegio de seguirlo hasta que él venga.

Alfred E. Bouter