El Señor está cerca: Lunes 15 Julio
Lunes
15
Julio
¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques.
Jeremías 45:5
¿Buscamos grandezas?

Estas palabras fueron dirigidas a Baruc, un hombre que había demostrado ser fiel a Jehová al apoyar a Jeremías frente a la enemistad de sus propios hermanos, los judíos. Baruc también había escrito las palabras de Jeremías en un libro, pero estas no produjeron ningún efecto positivo en el rey ni en el pueblo. Esto le causó mucho pesar a Baruc, quien exclamó: “¡Ay de mí ahora!, porque ha añadido Jehová tristeza a mi dolor; fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso” (v. 3).

¿Qué hay de nosotros? ¿Estamos desanimados como Baruc? Si es así, ¿cuál es el motivo? Tal vez porque esperábamos que ocurrieran cosas mejores; de hecho, tal vez esperábamos grandezas. Pero ¿grandezas para quién? ¿A los ojos de Dios o a los nuestros? Si honestamente deseamos grandezas para Dios, nunca debemos desanimarnos, pues Dios ha hecho grandes cosas para su propia gloria de una manera que nunca podríamos habernos imaginado. Envió a su amado Hijo para que sufriera y muriera en la cruz del Calvario, y así salvar innumerables almas preciosas, y luego lo resucitó de entre los muertos y lo exaltó a su diestra.

Puede que un creyente no desee grandezas para sí mismo en este mundo impío, pero bien puede caer en la trampa de querer realizar grandezas para Dios con el fin de obtener un nombre para sí mismo. De hecho, los discípulos cayeron en esta trampa cuando discutieron entre ellos acerca de quién sería el mayor. Para corregir este error, el Señor tomó a un niño como ejemplo y les dijo: “El que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande” (Lc. 9:48). Sin embargo, pronto se olvidaron de esa lección, pues poco antes de la crucifixión del Señor Jesús, ellos volvieron a discutir acerca del mismo punto (véase Lc. 22:24). El Señor les dijo que este tipo de actitudes caracterizaban a las naciones impías, pero que él no había venido a desplegar su grandeza. Jesús vino como Siervo para servir a los demás y, como sus seguidores, debemos hacer lo mismo.

L. M. Grant