El Señor está cerca: Viernes 7 Junio
Viernes
7
Junio
Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. No me senté en compañía de burladores, ni me engreí a causa de tu profecía; me senté solo.
Jeremías 15:16-17
Jeremías (2)

Jeremías había sido llamado por Dios como profeta para las naciones, anunciándoles la Palabra de Dios. Sin embargo, era vital que él mismo se alimentara de las palabras de Dios antes de poder darlas como alimento a otros. Cuando su mensaje era rechazado, ¡qué precioso que se encontrara con las palabras de Dios! El profeta no especifica cuáles eran esas palabras, pero al igual que los siervos de Josías hallaron el libro de la Ley en el templo (2 R. 22:8), Jeremías halló al menos parte de la Palabra de Dios. Si bien otros las rechazaron, él no lo hizo. Las comió con alegría, lo que significa que las digirió de tal manera que se convirtieron en parte de su propio ser.

Desde los días de Jeremías, ¡cuántos creyentes han experimentado maravillosamente cómo las palabras de Dios se han convertido en el gozo y la alegría de sus corazones! Este gozo interior es algo totalmente ajeno a quienes ignoran o rechazan lo que Dios les quiere decir. Muchos se burlan, despreciando lo que no entienden. Jeremías dijo que no se sentó en compañía de burladores. Ciertamente, un verdadero creyente se da cuenta de que una asociación como esta es ofensiva para Dios, y que lo deshonra profundamente. Jeremías no se alegró, como suelen hacer los incrédulos cuando se jactan de su incredulidad y rechazo a la Palabra de Dios.

Jeremías dijo al final de este versículo: “A causa de tu mano, solitario me senté” (NBLA). Al negarse a tomar asiento con los burladores, Jeremías se halló solo, pero la poderosa mano de Dios estaba allí para darle fuerza, confianza y consuelo. No debemos entristecernos a causa de Jeremías, sino buscar, como él, el gozo puro que se halla cerca del Señor, en el lugar de la separación del mal.

L. M. Grant