En los años 1880, Georges Seurat, uno de los grandes pintores del postimpresionismo, inventó una nueva técnica artística conocida como «puntillismo». En lugar de utilizar pinceladas de colores mezclados, Seurat pintaba con pequeños puntos de color. De cerca, sus obras parecen agrupaciones de puntos individuales. Sin embargo, si el espectador se aleja, verá un cuadro de colores vivos.
Cuando leemos la Biblia, no siempre vemos que Cristo es la línea de puntos que une los libros que la componen. Nos parecemos un poco a los discípulos de Emaús, que no veían cómo se habían encadenado los acontecimientos que llevaron a la muerte de Cristo. Tenían la esperanza de que “él era el que había de redimir a Israel” (Lucas 24:21, 44), ¡y acababan de presenciar su crucifixión!
De repente, un extraño se unió a ellos en el camino y les ayudó a establecer la conexión entre el sufrimiento, la muerte y la gloria venidera de su Mesías tan esperado: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Más tarde, durante la comida, cuando reconocieron que él era el mismo Jesús, y que había resucitado, volvió a decirles: “Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44). Al mostrarles el hilo conductor, les mostró al Dios que nos ama.
Números 31:21-54 – Lucas 8:26-56 – Salmo 86:14-17 – Proverbios 19:28-29