Todos los que han tenido que mudarse de casa se han tenido que formular la siguiente pregunta: «¿Qué vamos a guardar y qué vamos a desechar?». Pero esto también tiene una aplicación práctica en el ámbito espiritual. Ambos tiempos los hallamos en 2 Timoteo.
Hay un tiempo de guardar. “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 3:14-15). Cuando se trata de la verdad de la Palabra de Dios, entonces hay un “tiempo de guardar” o, como dijo Pablo, de “persistir” en las cosas que hemos aprendido, estando plenamente convencidos de ellas. La exhortación de Pablo al inicio de esta carta también sigue la misma línea: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 1:13).
Pero también hay un tiempo de desechar. Es interesante observar que, en la misma epístola, Pablo le dice a Timoteo que hay una serie de cosas a las que puede enfrentarse y que es mejor desecharlas: hay que evitarlas por completo. “Exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes” (2 Ti. 2:14). “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.” (2 Ti. 2:16). “Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Ti. 2:19). “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Ti. 2:22). “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas” (2 Ti. 2:23). “[Hombres] que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita” (2 Ti. 3:5).