La primera parte de este versículo se cita con frecuencia para animar a los creyentes a confiar en que Dios hará grandes cosas si lo servimos. Explicado de esta manera, la “visión” es como una convicción de un plan divino para el futuro, sin el cual podríamos volvernos ociosos, espiritualmente inactivos y, en última instancia, inútiles.
Es cierto que a Dios le gusta bendecir a su pueblo, y tener un propósito en vista del servicio es algo realmente sabio (véase, por ejemplo, Hch. 15:36). Pero este versículo presenta en realidad un desafío aún más profundo para nosotros. La Biblia utiliza la palabra “visión” para referirse a la revelación de un mensaje de Dios, y la palabra “desenfreno” implica ser vencido por el pecado, no por la intrascendencia. Es decir, cuando el pueblo no acepta la guía de Dios, entonces no hay límites para los excesos.
Cuando el profeta Samuel aún era joven y servía a Elí, el sumo sacerdote, en el templo, “no había visión con frecuencia” (1 S. 3:1). Raramente se escuchaba la palabra de Jehová, y si se escuchaba, difícilmente se creía en ella. Como resultado, la familia de Elí representa de buena manera lo que quiere expresar Proverbios 29:18, pues sus hijos, que eran sacerdotes, eran totalmente egocéntricos e inmorales. Pero cuando Dios habló a través de Samuel, hubo otras personas que comenzaron a entender la verdad acerca de Dios y de ellos mismos. A través del mensaje y la influencia de Samuel, se establecieron la justicia y la paz entre el pueblo (1 S. 7).
Hoy en día, para prosperar como creyentes, no necesitamos tener una gran visión con ideas para hacer en el futuro. Necesitamos una comprensión clara de las instrucciones de Dios, y luego obedecerlas. Los que lo hagan serán bienaventurados.