En cierto sentido, la Epístola a los Hebreos es un largo sermón destinado a animar a los creyentes. Es también un hermoso tratado acerca de la gloriosa Persona de Cristo y de su obra redentora, así como su posición y ministerio actuales en el cielo. El corazón del autor desborda de amor por el Amado; está impresionado por su grandeza y sus bellezas, su lengua es como “pluma de escribiente muy ligero” (Sal. 45:1).

El autor utiliza el imperativo en 14 ocasiones, situándose junto a los creyentes a los que se dirige. Evidentemente, no se consideraba mejor que ellos, sino que se daba cuenta de que él (probablemente Pablo, desde una cárcel en Roma), necesitaba ser animado tanto como ellos. También los desafió, y por consiguiente también a nosotros en la actualidad, a reavivar su amor al Señor y a los demás.

Estos 14 imperativos hablan de compromiso, implicación, dedicación y gran esfuerzo, todo por amor al Señor. El secreto está en quitar la mirada de uno mismo, de nuestras circunstancias y de nuestras pruebas, y mirar solo a Jesús, el autor y consumador de la fe. Cristo es el verdadero Líder, pues nadie es como él. También es nuestro gran Modelo, quien nos anima e impulsa para ir siempre hacia adelante.

En la vida cristiana, todo comienza y termina con Jesús, el autor y consumador. En su bendita Persona, todo es para la gloria de Dios. Lo que buscaba en Adán y en la raza humana, Dios lo halló en Jesús. Todo lo que necesitamos está en él, y él es quien nos ayudará a poner en práctica nuestras lecciones y a progresar. El Señor Jesús pronto llenará todo el universo con su gloriosa Persona. Una vez habló a los creyentes hebreos, y ahora nos habla a nosotros para llenarnos de él mismo.