Cuando Josafat, rey de Judá, proclamó un ayuno nacional para buscar la ayuda de Dios, muchas personas, de todas las ciudades de Judá, vinieron a orar. Las acciones y las palabras de Josafat nos enseñan algunas verdades importantes acerca de la resolución de los problemas de la vida mediante la oración:
(1) Dios es más grande que nuestros problemas. Josafat afirmó que Dios gobierna sobre todos los reinos de las naciones y que nadie puede resistirse ante él (v. 6). Hay muchos problemas que no podemos resolver, pues no tenemos las capacidades para hacerlo, pero nada hay imposible para Dios (Lc. 1:37). Si oramos centrándonos en su grandeza, entonces nuestros problemas se reducirán a su verdadera medida.
(2) Dios quiere que otros se unan a nuestras oraciones. Familias enteras de todo Judá respondieron al llamado del rey y se reunieron delante de Dios (2 Cr. 20:13). La oración también era un elemento central en la vida de la Iglesia primitiva (Hch. 2:42).
(3) A través de la oración, el Señor nos proporcionará una solución a nuestros problemas. Su respuesta puede ser precisamente lo que pedimos, pero también puede ser algo completamente inesperado; o quizás nos dirá que esperemos en nuestra situación actual o conducirnos a algo totalmente nuevo. Cualquiera sea el caso, la dirección de Dios será conforme a su perfecta voluntad. El Señor usa cada oportunidad para fortalecer nuestra confianza y crecimiento en la justicia.
No sabemos cuánto tiempo esperó el pueblo una respuesta, pero no actuó hasta que Dios les habló. Les dijo que no tuvieran miedo ni se desanimaran (v. 15), sino que confiaran en él. La oración también nos lleva a la presencia de Dios para que podamos recibir fuerza y dirección para los desafíos de la vida.