Este es un privilegio maravilloso para aquellos que dan a la Palabra de Dios su lugar adecuado en sus vidas. Grandemente bienaventurados son aquellos que tienen el hábito de vivir en las Escrituras. Esto es así porque al depender de Dios, recibirán su respuesta para cada ocasión y preocupación.
Es fácil comprender que la Palabra de Dios nos hace más sabios que nuestros enemigos incrédulos, como nos dice el pasaje de hoy, pero incluso nos brinda más entendimiento que muchos maestros humanos. La enseñanza de los hombres no se compara con la meditación en los testimonios de Dios. Incluso los maestros fieles a la Palabra de Dios no pueden reemplazar la lectura y meditación personal. Lamentablemente, hay muchos creyentes que valoran tanto a un buen maestro que dependen de su enseñanza en lugar de la propia Palabra de Dios. Aprendamos a apreciar profundamente la meditación personal de las Escrituras.
El salmista también afirma que entiende más que los ancianos, aquellos que tienen mucha experiencia. ¿Por qué? “Porque he guardado tus mandamientos”. En otras palabras, no solo ha leído la Palabra de Dios, sino que también la ha obedecido. Leer y meditar en la Palabra de Dios nos llevará a ponerla en práctica en nuestra vida diaria. El Señor Jesús nos enseña en Juan 7:17: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”. Meditar en la Palabra de Dios también nos impulsará a obedecerla. “Tu siervo meditaba en tus estatutos, pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros… Hazme entender el camino de tus mandamientos, para que medite en tus maravillas” (Sal. 119:23-24, 27).