La vida de David como joven pastor no estuvo exenta de dificultades, pero fue muy productiva. Tuvo que proteger a las ovejas de su padre cuando fueron amenazadas por un león y un oso. Todo siervo de Dios debe ser entrenado y probado en la escuela de Dios antes de que pueda asumir una tarea mayor, como está escrito: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel” (Lc. 16:10).
Nadie sabía acerca de las hazañas de David como pastor, pues no presumía de ellas, sino que las guardaba en secreto. Pero en una situación crítica, cuando Israel se enfrentaba al paladín filisteo, David tuvo que hablar de ellas. Hay una lección importante en el hecho que David no haya hablado de sus victorias antes: nuestras victorias secretas son entre nosotros y Dios, pero tendrán poder cuando llegue algún momento crítico. Pablo también guardó en secreto su experiencia de ser llevado al tercer cielo hasta catorce años después de acontecida (2 Co. 12:2).
El propósito del ministerio cristiano es alimentar y guiar al pueblo de Dios, pero antes de eso, los pastores deben ser entrenados por el Señor. El Salmo 78:72 dice acerca de David: “Los apacentó conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con la pericia de sus manos”. Aprendió estas cualidades mientras cuidaba de las ovejas. La integridad moral y la habilidad práctica para tratar con las personas son esenciales para cuidar de las ovejas de Dios. Además, cuando Dios llamó a David, él ya estaba ocupado y siendo fiel en los detalles del negocio familiar. Fue fiel en lo poco, y por eso Dios le confió una mayor responsabilidad. Esto debe ser un estímulo para aquellos que desean alimentar y guiar al rebaño de Dios (Hch. 20:28).