Muchos cristianos tienen bastante confusión acerca del tribunal de Cristo. Lo que les asusta es que la palabra “tribunal” puede implicar un juicio. Sin embargo, en Juan 5:24, el Señor dice claramente que los creyentes tienen vida eterna y que no vendrán a condenación (o juicio). Jesús ya cargó con el juicio que merecíamos en la cruz. Dios es justo y Cristo soportó el juicio que nos correspondía. Por lo tanto, Dios no nos juzgará gracias a que Cristo ya sufrió el juicio por nosotros. Solo los incrédulos serán juzgados por sus pecados, y eso sucederá al menos mil años después del tribunal de Cristo, en lo que se conoce como el “gran trono blanco” (Ap. 20:11).
En el tribunal de Cristo, los creyentes rendiremos cuentas de nuestras vidas ante el Señor. Solo a él debemos rendir cuentas, no a ninguno de nuestros compañeros cristianos. En 2 Corintios 5:10, leemos: “Porque es necesario que todos nosotros [los creyentes] comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. Después del arrebatamiento, seremos presentados ante el Señor para rendir cuentas de nuestras vidas, y las veremos tal como él las ve: nuestras acciones, palabras e incluso motivos serán revelados. Todo lo que hemos ocultado será puesto al descubierto. Sin duda, nos sorprenderemos al comprender cuánto hizo nuestro Señor por nosotros y cuán grande es nuestra salvación. Todo será escudriñado. Y como si eso no fuera suficiente, “entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”. ¡Qué maravillosa gracia!