David estaba familiarizado con su honda gracias a su oficio como pastor. Sin duda que tuvo muchas oportunidades de practicar mientras cuidaba las ovejas de su padre en el campo. Sin embargo, al enfrentarse a Goliat, no confío en su habilidad personal. Él tenía fe de que la batalla era de Jehová y que lucharía contra el filisteo en el nombre de Jehová de los ejércitos (vv. 45, 47). No se apoyó en ninguna estrategia ni recurso humano cuando tomó cinco piedras lisas del arroyo. Estas piedras representan la Palabra de Dios utilizada en el poder del Espíritu por aquellos que confían plenamente en Dios. Cuando fue tentado por Satanás, el Señor Jesús lo derrotó citando las Escrituras, específicamente el Deuteronomio. David, por su parte, utilizó solo una de las piedras lisas y guardó las otras cuatro para otro momento.
Vemos algo similar cuando David rechazó la armadura de Saúl porque “nunca había hecho la prueba” (v. 39). Él testificó audazmente ante Goliat de que “Jehová no salva con espada y con lanza… y él os entregará en nuestras manos” (v. 47).
Este relato también nos deja una lección para nosotros hoy en día: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios” (2 Co. 10:4). Nuestra batalla no es carnal, sino espiritual. Con frecuencia, los cristianos se involucran en luchas mundanas sin darse cuenta de las fuerzas espirituales detrás del conflicto. En lugar de buscar influir mediante políticas mundanas, debemos avanzar en la batalla confiando en el poder de la Palabra de Dios y en el solo nombre de Jesucristo.