Unos 75 años después de la reconstrucción del templo, los judíos, esta vez bajo el liderazgo de Nehemías, comenzaron a reconstruir los muros de Jerusalén. Esta tarea era fundamental, tanto para la separación como para protegerse de sus enemigos. Sus enemigos declarados eran los samaritanos y otros pueblos vecinos. Sanbalat horonita (es decir, de Bet-horón en Samaria) y su aliado Tobías (un amonita) se nos presentan como líderes entre los enemigos del pueblo de Dios.
Cuando Nehemías llegó de la corte del rey de Persia, Sanbalat y Tobías se disgustaron “en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel” (Neh. 2:10). Se habían reído de ellos, los habían despreciado y les habían hecho reproches. En el capítulo 4, los vemos furiosos y burlándose de los judíos. Nehemías se dirigió entonces a Dios en oración.
Después de esto, vemos cómo estos enemigos, enfadados en extremo, conspiraron para atacar Jerusalén y causar confusión. Amenazaron con “atacar a Jerusalén y hacerle daño” (v. 8). Nehemías oró y estableció una guardia de día y de noche. ¡Dios nos ha dejado estos ejemplos en su Palabra para que aprendamos de ellos!
En el capítulo 6, cuando la obra de reconstrucción había avanzado más, estos enemigos le pidieron a Nehemías si se podían reunir, pensando en atacarlo entonces. Nehemías se negó a dejar aquella “gran obra” (6:3) que Dios le había encomendado. Sanbalat envió entonces a un criado con una carta abierta y calumniosa, acusándolo falsamente. Contrataron a israelitas para que profetizaran contra él para intimidarlo. Nehemías se dio cuenta de lo que sucedía y le encomendó el asunto a Dios. Finalmente, ¡la obra de reconstrucción del muro se completó en 52 días!