Las siguientes líneas fueron escritas por una madre que dejó su trabajo para criar a sus hijos; ella quiso compartir su experiencia:

«Soy ama de casa y, como se dice, no trabajo… ¡Extraña manera de hablar! Mi agenda diaria (atender a los niños, hacer compras, preparar los alimentos, limpiar la casa) parece poco interesante y gratificante en comparación con el trabajo que hacía antes de tener una familia.

Pero lo que vivo lo vivo “en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Yo sé que ser la ayuda de mi marido y ocuparme de mi familia es un trabajo digno ante Dios. Él ama a los niños, se interesa por todo lo que les concierne. Desea que crean en él y vivan para él. Tener más tiempo para trabajar con el Señor en la educación de cada uno de mis hijos es un privilegio.

La Biblia dice: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23). ¡Lavar la ropa y los platos también está incluido! ¡Qué alegría que Jesús, una persona tan importante, nos invite a vivir el día a día junto a él! Él dio su vida por mí, pero también es el Dios que creó los millones de galaxias y cuida de un pequeño gorrión…

No lamento haber aprovechado esta oportunidad para disfrutar la grandeza y la ternura de tal Maestro en mis ocupaciones. En este ámbito el Señor me permite gozar de momentos particulares de comunión con él, que probablemente no hubiera conocido de otra manera».