“Creer en algo y no vivirlo, es deshonesto”, decía Gandi.
Estábamos charlando con algunos amigos sobre el tema de la religión y la fe, el cual es debatido a menudo. Varios reconocieron “creer y no practicar”. Luego uno de ellos, después de reflexionar, agregó: “Seamos honestos, si yo no practico, ¡es porque eso no me interesa!”.
Una fe de fachada no es la fe. La Biblia nos muestra que la fe que no se pone en práctica está “muerta” (Santiago 2:17), no tiene vida ni valor. No podemos separar la fe de su aplicación a la vida práctica. Si acepté a Jesús como mi Salvador personal, es para vivir en relación con él.
“Practicar”, ¿significa cumplir cada día unas obligaciones, obedecer unas leyes? No, para el creyente, vivir su vida con Cristo es una elección del corazón, libremente consentida. No se trata de practicar una religión, sino de vivir una relación, una comunión con una persona viva, Jesús, a quien Dios me dio como Salvador y Señor.
Ser cristiano es vivir con Dios y para Dios. “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”, para que las cumplamos (Efesios 2:10).
“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres” (Tito 3:8).
Génesis 31 – Mateo 18:1-14 – Salmo 18:1-6 – Proverbios 5:21-23