En 2015 se presentó en algunas ciudades de Francia una de las más importantes reuniones de la historia. Decenas de dirigentes políticos, seguidos por millones de personas, desfilaron juntos en recuerdo a las víctimas del terrorismo. Marchaban juntos los ateos militantes que reivindican el derecho a burlarse de todo, incluso de Dios, y los cristianos, judíos, musulmanes, quienes sostienen ser libres de expresar su creencia. Algunos protestaban contra el antisemitismo, otros contra el terrorismo, otros por la república y sus valores.
No hay duda, los participantes eran sinceros, y su compromiso demostraba una angustia latente y el deseo de vivir en un mundo más fraternal. Pero la exigencia de libertad de expresión a ultranza, ¿no es también un motor de desunión? ¿Qué ha pasado un año después?
Seamos lúcidos. ¡Ya el primer hijo nacido en esta tierra, Caín, mató al segundo, su hermano Abel! Y desde entonces, comenzando por la torre de Babel hasta la Organización de las Naciones Unidas, la humanidad busca en vano la paz y la unidad. Esta aspiración no puede dar un resultado si Dios es dejado fuera del proyecto. La única unidad indestructible es la de la familia de Dios. Los cristianos también están desunidos, dirá usted. Sí, pero todos los que creen en Jesús y en el valor de su sacrificio se convierten en hijos de Dios y son
Si usted tiene miedo al ver cómo va este mundo, ¿no quiere formar parte de la familia del Dios de paz?
Génesis 17 – Mateo 9:18-38 – Salmo 9:1-10 – Proverbios 3:11-12