El canto es una forma de expresar los sentimientos. Para los creyentes también es un medio de alabar a Dios y expresarle su agradecimiento; sus cantos se convierten entonces en cánticos.
El pueblo de Israel cantó después de haber sido librado de la esclavitud en Egipto y haber cruzado el mar Rojo (Éxodo 15:1). El rey David también cantó salmos cuando Dios lo libró de sus enemigos: “Yo en tu misericordia he confiado… Cantaré al Señor, porque me ha hecho bien” (Salmo 13:5-6).
¡Cristianos, nosotros tenemos muchas razones para alabar a nuestro Dios por medio de cánticos! A través de Jesucristo, él nos salvó del juicio eterno. Cada día experimentamos su bondad y su protección. Cantamos para expresar lo que hay en nuestro corazón, cuando está lleno de lo que el Señor hizo por nosotros en la cruz, de lo que hace por nosotros cada día, de la grandeza de su persona y de la esperanza de estar para siempre con él.
Si nos detenemos en nuestras preocupaciones y problemas diversos, no desearemos cantar. Pablo y Silas, estando en la cárcel, nos dan el ejemplo; a pesar de sus heridas y la incertidumbre de su suerte, “a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hechos 16:25).
¡Entonces cantemos! Juntos con algunos amigos cristianos, en familia, o incluso solos, podemos animarnos, consolarnos y fortalecer nuestra fe cantando cánticos.
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros… cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).
Génesis 2 – Mateo 2 – Salmo 2:1-6 – Proverbios 1:7-9