El cristianismo se funda sobre un hecho extraordinario y único: la resurrección de Jesucristo, después de su condena injusta y su muerte en la cruz. ¿Cómo puede un hombre vivir de nuevo cuando está muerto? Nadie puede responder a esta pregunta; uno diría que es inconcebible y que la muerte es un fenómeno irreversible.
El hecho de negar la resurrección conlleva una trágica consecuencia, así dice la Biblia: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Corintios 15:16-17).
Pero lo que es inconcebible para el hombre, no lo es para Dios quien nos ha creado. La muerte no es el fin: Jesucristo lo anunció. Todos los muertos resucitarán, sea “a resurrección de vida”, o “a resurrección de condenación” (Juan 5:29). El que ha confesado sus pecados a Dios y ha creído que Jesús murió por él, estará para siempre con Dios: es la resurrección de vida. El que no cree también resucitará, pero para ser juzgado por el Señor: es la resurrección de condenación.
Tal vez usted piense: “Es absurdo, es una locura”. Dios no lo contradice; al contrario afirma: “La palabra de la cruz (Jesucristo muerto y resucitado) es locura a los que se pierden”. Pero él no quiere que usted se pierda, sino que sea salvo. Y para esto, “la palabra de la cruz… es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).
Crea el Evangelio, porque este “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).
Génesis 15-16 – Mateo 9:1-17 – Salmo 8 – Proverbios 3:9-10