Mi nacimiento no es un error o un accidente, y mi vida no es un golpe de suerte. Que mis padres me hayan deseado o no, Dios me formó. Mucho antes de ser concebido, yo ya estaba en su pensamiento. El hecho de que yo respire en este mismo momento no es una casualidad, ni una coincidencia. Dios quiso crearme. Él previó todo mi ser teniendo cuidado del más mínimo detalle y de cada una de mis características. Él permitió mi nacimiento. Conoce la duración de mi vida.
“De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hechos 17:26). Y Dios preparó el medio ambiente de este planeta para que nosotros pudiéramos vivir en él. Su Palabra declara: “Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre” (Isaías 45:12). Para Dios, el hombre tiene la más grande importancia en toda su creación.
Creando a cada uno de nosotros, Dios tenía un plan. El motivo por el cual nos creó es su amor. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Dios me ama, a pesar de mis defectos, mis faltas y mis pecados. Él los perdona mediante la obra de Jesús en la cruz, si yo los reconozco ante él. Nadie es excluido, porque Dios quiere que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2:4).
Su objetivo es hacer de nosotros sus hijos, amados por él, y felices con él.
Génesis 21 – Mateo 12:1-37 – Salmo 10:12-18 – Proverbios 3:21-26