(Jesús) Salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.
(Jesús dijo a Pedro:) Sígueme tú.
En paz podemos seguirte,
Jesús, sobre el humilde sendero
Donde aceptaste vivir,
Incomprendido y rechazado;
Contigo, no teniendo a nadie,
Sembrando beneficio sobre beneficio,
En ese camino donde resplandece
¡El corazón del Hombre perfecto!
¡Qué bienes ese camino nos abre!
¡Qué tesoro de humildad!
Dios mismo solo descubre
Allí Luz y santidad.
Colmados de tus favores,
Hijos de Dios por la fe,
Podemos seguir tus huellas
En el mismo amor que tú.
Si nuestras fuerzas se consumen
En la angustia y la labor,
Si gustamos la amargura
Siguiéndote, oh Salvador,
En ti nuestro ojo reposa
A fin de parecernos a ti,
Para reflejar alguna cosa
De tu santa humanidad.
El camino se termina
En ese país glorioso
Donde brilla tu hermosura,
Oh Salvador victorioso.
Allí gozo incomparable,
Adorando, glorificados,
¡Seremos hechos semejantes
A ti por la eternidad!
Hymnes et Cantiques, nº 117 (traducido)