Corrie era cristiana. Ella iba a pasar la frontera llevando una pesada valija llena de Biblias que deseaba introducir en un país hostil al Evangelio. Su ansiedad crecía a medida que se acercaba al despacho de la aduana. Sus temores eran justificados, puesto que introducir Biblias de manera clandestina era considerado un crimen severamente castigado. El pánico la invadió cuando vio a los aduaneros vaciando todas las valijas de las personas que estaban delante de ella. Temblorosa y temiendo ser descubierta, oró: Señor, ¡tú prometiste velar sobre tu Palabra!
Un instante después, un aduanero avanzó hacia ella:
– ¡Su maleta está muy pesada!, exclamó levantando el equipaje de Corrie.
– Sí, señor, balbuceó ella.
– Tengo un poco de tiempo, puedo llevársela, ofreció el agente.
Maravillada y rebosante de gozo, siguió al policía, quien no solo no inspeccionó su valija, sino que la llevó hasta el automóvil que la esperaba.
Cristianos, tanto en las grandes cosas como en los pequeños detalles de nuestra vida diaria, seamos conscientes de la importancia de la oración. Si nada es demasiado grande para el poder de Dios, nada es demasiado pequeño para su amor. Él quiere ocuparse de todos los detalles de nuestra vida. El mismo Jesús enseñó a los suyos sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar (Lucas 18:1). Esto significa que debemos tener una disposición continua de corazón para orar, que es la respiración espiritual del alma.
Isaías 2 – Hechos 28:17-31 – Salmo 37:30-34 – Proverbios 12:17-18