El evangelio de Mateo (cap. 19:16-26) nos habla de un joven rico con una moral ejemplar. ¿Qué le faltaba? Lo esencial: la vida eterna. Estaba delante de aquel que la da, Jesús, el Hijo de Dios, quien le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21). Entonces, dejando a Jesús, se fue triste. Sus riquezas le impidieron confiar plenamente en Jesús y recibir la vida eterna.
Para los creyentes, amar el dinero puede contaminar toda su manera de pensar, sean ricos o pobres. Ser rico no es malo en sí. Lo malo consiste en poner la confianza en las riquezas antes que en Dios, quien las da, y ponerlas por encima de los intereses del alma. Esto fue lo que Jesús puso en evidencia en el corazón del joven.
Cuando se ama el dinero, se corre el riesgo de descuidar las virtudes cristianas esenciales: la fe, la esperanza y el amor.
Éxodo 24 – Hechos 17:16-34 – Salmo 32:5-7 – Proverbios 11:13-14