Durante la época de los colonizadores, un anciano mendigaba en un pueblo de los Estados Unidos. Llamó a la puerta de una casa y pidió pan. El propietario abrió y observó que el hombre llevaba un estuche atado al cuello con una cinta. El anciano explicó que se trataba de un amuleto que había recibido hacía muchos años cuando había dejado el ejército. Luego lo abrió y sacó un papel arrugado que tendió a su interlocutor. Este descubrió que se trataba de un certificado de liberación del ejército federal, firmado por el mismo general George Washington. Ese papel le otorgaba el derecho a una pensión de por vida. Consternado, el viejo soldado comprendió que durante aproximadamente treinta años había llevado sobre sí la promesa de una renta que hubiera satisfecho todas sus necesidades. Como no la había reclamado, había vivido mendigando para sobrevivir.
Esta historia parece increíble, pero es verídica y se asemeja a la de muchos cristianos. ¡Dios nos hizo tantas promesas en la Biblia! Nos dice que el que cree en su Hijo tiene vida eterna. Sin embargo, muchas personas siguen dudando, pues no saben si serán salvas. Jesús nos dice que fue a preparar un lugar en el cielo, para que donde él está, nosotros también estemos. Si creemos esto, será un verdadero tema de alabanza.
¡Qué pena si permanecemos en la incertidumbre! Jesús nos dice: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). “Paz a vosotros”, dijo a los discípulos el día de su resurrección (Juan 20:19).
Éxodo 28 – Hechos 20:1-16 – Salmo 33:16-22 – Proverbios 11:21-22