Todos aspiramos a vivir en un entorno estable, donde reinen la justicia y el orden. Sin embargo, la sociedad está sumergida en la angustia y la insatisfacción.
En estos tiempos en que el mundo tambalea, y cuando quizás atravesamos situaciones difíciles, los versículos de hoy son una promesa bienhechora. Nos recuerdan la fidelidad de Dios, quien “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Esta promesa renueva nuestra confianza.
¡Qué bendición es la secuencia de la siembra y la cosecha! Toda nuestra vida terrenal depende de ello. Con la sucesión de las estaciones, la tierra produce el alimento para los hombres y los animales. “Mientras la tierra permanezca”, es decir, mientras ella exista, ese ritmo continuará, pues Dios lo prometió. Si bien hay malas cosechas o hambrunas, la bondad de Dios es inalterable.
En el plano espiritual, también hay un tiempo de siembra y uno de siega. Cuando somos jóvenes, es necesario abrir nuestro corazón para la siembra de la Palabra de Dios, a fin de que pueda germinar y producir en abundancia los frutos de una vida para Dios.
A lo largo de la vida necesitamos volver continuamente a ella, para no estar “ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:8). Así podremos andar “como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10).
Éxodo 34 – Hechos 23:12-35 – Salmo 35:15-21 – Proverbios 12:1-2