Este versículo es una buena conclusión para este salmo. Antes, el salmista reflexionó sobre la gloria de Dios manifestada en el orden maravilloso de los cielos, así como la perfección de la Palabra de Dios revelada para bendición de la humanidad. Sus palabras son puras y verdaderas, por lo tanto, es apropiado que nosotros también deseemos que nuestras palabras se ajusten a las suyas. Lo que fluye de nuestros labios proviene de la meditación de nuestro corazón.
Debemos desear que nuestras palabras sean aceptables ante Dios, no solo para los demás. Sin embargo, antes de hablar, debemos considerar cómo nuestras palabras afectarán a los demás. Jesús dijo: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:37).
La meditación del corazón es un asunto profundo. Jesús dijo: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas”. Si queremos que la abundancia de nuestro corazón sea buena, entonces debemos tener pensamientos y meditaciones adecuadas. Tenemos mucho en qué meditar cuando consideramos al Señor Jesús: su encarnación, su camino perfecto en la tierra, su sacrificio en la cruz, su resurrección, su gloria actual en el cielo, su regreso y su grandeza en su reino futuro.
¡Cuánta riqueza hallamos en tales pensamientos! A Dios le agrada que meditemos en estas cosas. “A Jehová cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en Jehová” (Sal. 104:33-34).