Santiago se dirige a sus hermanos cristianos que han salido del judaísmo, cuyas ataduras todavía no han abandonado totalmente. Los invita a considerar la prueba con sumo gozo: dos estados que a primera vista parecen no concordar. Sin embargo, entre los cristianos hebreos algunos lo habían experimentado (He. 10:34). Esta experiencia concuerda con la declaración de Pablo: “Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce (cultiva) paciencia” (Ro. 5:3; véase Col. 1:11).
Hay otra aparente contradicción: en tanto que la paciencia implica aguardar lo que todavía no se posee, Santiago agrega: “Sin que os falte cosa alguna”. Lo que verdaderamente puede hacernos falta no son los bienes terrenales, sino la sabiduría. Entonces pidámosla al Señor, siguiendo el ejemplo del joven Salomón (véase 1 R. 3:9).
Aunque sea pobre, a un creyente no le falta nada, ya que tiene a Jesús. El que sea rico también puede gozar, con humildad, de la comunión con el que “se despojó a sí mismo” y se humilló haciéndose obediente hasta la muerte de cruz. ¿Envidiaríamos a los que pasan “como la flor de la hierba”? Tengamos a la vista “la corona de vida”. Ella recompensará a los que hayan soportado la prueba con paciencia; dicho de otro modo, a los que aman al Señor (v. 12).