La aparición de Esteban en la Biblia es breve, pero brillante, como un cometa en el cielo. En unos pocos versículos, el Espíritu Santo nos entrega un bello cuadro de alguien lleno del Espíritu.
En primer lugar, Esteban tenía un “buen testimonio” entre los hermanos. Cuando la asamblea en Jerusalén tuvo que encomendar un trabajo importante a algunos hombres buenos, Esteban fue uno de los elegidos. Cuando uno está lleno del Espíritu, suele ser aprobado por sus hermanos y hermanas.
Luego se nos dice que estaba “lleno de fe” y de “poder” (v. 5, 8). Se dedicó a realizar la obra del Señor, incluso más allá de la tarea que se le había encomendado. Estaba totalmente disponible para que Dios actuara con gran poder espiritual a través de él.
Además, fue sensible a las preocupaciones de las personas a las que pretendía alcanzar con la Palabra. Mientras lo acusaban de blasfemar contra Moisés, contra Dios, contra “el lugar santo” y contra “la ley”, él no apeló a la autocompasión ni trató de defenderse a sí mismo. En lugar de eso, él habló con reverencia y poder espiritual sobre las cuatro cosas de las que se le acusaba.
En cuarto lugar, Esteban era un hombre que conocía la Palabra. Su discurso en Hechos 7 demuestra un cuidadoso estudio y una correcta aplicación de las Escrituras. Resume cuidadosamente toda la historia de Israel, basándose en los relatos del Génesis, el Éxodo y Samuel, y concluye con poderosas citas del Deuteronomio, Amós e Isaías.
Finalmente, Esteban estaba lleno de Cristo. Este es el fundamento de lo que significa ser “lleno del Espíritu Santo”. Al ver “los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”, él pudo aceptar el odio y la violencia de quienes rechazaban su mensaje y a su Salvador. Su cercanía a Cristo culminó en su súplica momentos antes de morir: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. ¡Oh, que haya hombres como Esteban en la Iglesia de Dios en la actualidad!