La llegada del Señor Jesucristo como hombre a esta tierra es un hecho maravilloso. El eterno Hijo de Dios se hizo hombre, un verdadero hombre como nosotros, pero sin pecado. No dejó de ser Dios; es Dios y hombre en una sola persona; esto siempre será un misterio para nosotros. Pero el hecho de su venida a esta tierra como Salvador es comprensible para todos. De ahí este mensaje del ángel a los simples pastores de ovejas de los campos de Belén.
Pero, ¿hemos entendido el sentido profundo de estas palabras del ángel? La gran alegría de los pastores es comprensible, porque los judíos sabían que Cristo, el Mesías, vendría como Salvador. Muchos profetas del Antiguo Testamento hablaron de él y de su venida. ¿Pero por qué un Salvador? Porque los humanos nos hemos distanciado completamente de Dios, nuestro Creador. “No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles” (Romanos 3:11-12). Pero Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). ¿Cómo es posible ser salvos? “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y… fue sepultado, y… resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3-4). Esta salvación se obtiene solo por la fe: “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡Cuán segura es esta salvación! Jesucristo mismo, el Salvador, dice de los que creen en Él: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28).
Jueces 15 – Apocalipsis 17 – Salmo 146:8-10 – Proverbios 30:21-23