La expresión “antes de la fundación del mundo”, es decir, antes de que el universo existiera, se halla en tres pasajes de la Palabra de Dios. El primero se refiere al amor eterno del Padre por el Hijo (Juan 17:24), el segundo al Cordero de Dios destinado desde la eternidad (1 Pedro 1:20), y el tercero a la elección eterna de los creyentes (Efesios 1:4).
– El amor eterno del Padre por el Hijo: Antes de ir a la cruz, Jesús oró por sus discípulos. Quería tenerlos con él en el cielo para que viesen la gloria que su Padre le había dado. Y añadió: “Porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24).
El amor forma parte de la naturaleza de Dios (1 Juan 4:8, 16), y se expresó desde antes de la fundación del mundo entre Dios Padre y “Jesucristo, Hijo del Padre” (2 Juan 3). En el evangelio, Jesús es llamado “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre” (Juan 1:18). La palabra “está” expresa la permanencia absoluta. El Hijo es el centro del amor del Padre, fuera del tiempo y del espacio. Cuando Jesús vino a este mundo, siguió siendo “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre”. ¡Y seguirá siéndolo siempre!
La existencia eterna del Hijo de Dios, centro del amor del Padre, está, pues, unida a la naturaleza de Dios. Poner en duda esto sería ignorar la naturaleza del Dios de amor.
El Hijo de Dios vino a revelar este amor a los seres humanos. Ahora puede decir a su Padre, respecto a los que ha salvado: “Los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:23).
Abdías – Marcos 3 – Salmo 49:10-15 – Proverbios 14:17-18