¡Vaya! ¡Dos palabras extrañas en una sola frase! Primero hay que explicar la segunda para comprender la primera.
– El pecado no es una obsesión reservada a los creyentes o a los que se sienten mal consigo mismos. Es el hecho de haber perdido el propósito de Dios en su vida, no haber hecho lo que Dios esperaba de usted. Incluso un pensamiento orgulloso, o de codicia, no entra en este plan de Dios. Esto tiene consecuencias: Dios es santo y no puede soportar el pecado. ¡El pecado aleja al hombre de Dios! Todos hemos ofendido a Dios (1 Reyes 8:46), por ello todos estamos privados de su presencia.
– Remisión es el acto mediante el cual se borran los pecados, es como si ya no existieran. Dicho de otra manera, esta expresión se refiere al perdón concedido a los que se arrepienten de sus pecados y creen que Jesús fue castigado en su lugar. Es necesario creerlo, de lo contrario, “en vuestros pecados moriréis”, afirma Jesús (Juan 8:24). A aquel que se presente con sus pecados, Dios no podrá recibirlo, y estará definitivamente lejos de él, perdido, sufriendo las consecuencias por sus pecados… El que no cree personalmente que Jesús es el Hijo de Dios, quien vino para expiar nuestros pecados, no recibe la remisión o el perdón de sus pecados.
Personalmente creo que Jesucristo pagó por mí, que sufrió el castigo en mi lugar, y que mis pecados fueron perdonados, quitados. Nunca más podrán culparme por ello, puedo encontrarme con Dios sin miedo. Lo creo, puedo levantar la cabeza y seguir adelante. ¿Y usted?
Ezequiel 43 – 2 Pedro 1 – Salmo 46:4-7 – Proverbios 14:5-6